Hoy fui al hospital porque mi abuela se encuentra allí, afortunadamente no por Covid-19 pero vi entrando un paciente en una camilla aislada por una estructura de plástico acompañado de personas con trajes especiales como en las películas. Eran las 12 del medio día y acá en Cali suele hacer un calor terrible a esa hora, entonces pensé: “Esto del ‘Covid’ definitivamente no es mentira. Los que saben (el personal médico) no aguantarían todo ese calor que deben provocar esos trajes, solo para sostener una mentira importada desde China (como dicen algunos incrédulos)”. Y procedí a ajustarme aún más mi tapabocas.
Luego recibí una llamada en donde la trabajadora social me notificaba un acontecimiento bastante delicado sobre el caso de una adolescente que tratamos en común. Pensé en muchas cosas que se podrían hacer con esta adolescente en el espacio de consulta de forma presencial, pero había que formular una estrategia de intervención basadas en videollamadas o simplemente llamadas debido a la imposibilidad vernos con los pacientes de forma personal por las disposiciones que no da el ente de gobierno que nos regula.
La virtualidad nos da muchas ventajas y propone otras formas de comunicación, incluso en casos de emergencias psicológicas es una herramienta muy útil para acceder a la terapia de forma casi inmediata pero cuando se reflexiona sobre los elementos no verbales que se pierden en la virtualidad, es entonces cuando se reafirma la importancia del cuerpo -presente- en el ejercicio clínico de la psicología.
Esta añoranza del espacio temporalmente perdido por cuenta del Covid-19 aparece principalmente cuando realizo intervenciones con niños, niñas y adolescentes porque en la mayoría de ellos hablar es un proceso que requiere de elementos (como el juego) para que aparezca o tome forma en el espacio terapéutico, lo cual es distinto con los adultos que tienen esta habilidad más desarrollada… o eso es lo que se supone.
Entonces, me dio curiosidad por saber que decían algunos expertos sobre esta cuestión y encontré una frase muy interesante de Miller, psicoanalista muy importante. Él plantea que “a pesar de que la tecnología nos permita estar en otro lugar sin el cuerpo, la verdad, es que estar allí sin el cuerpo no es estar allí de verdad”. Una frase que nos da la oportunidad de hacer reflexiones sobre el ejercicio clínico. ¿La palabra, aunque es lo principal, es suficiente por si sola sin lo que se puede observar en el cuerpo en presencialidad?
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