El 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio. Históricamente el suicidio ha tenido diversos significados, desde un acto heroico hasta pecaminoso. En la cultura actual todavía se presenta como tabú, al igual que múltiples temáticas ligadas con la salud mental, pero eso no evita que las cifras mundiales continúen en ascenso, de acuerdo a la organización mundial de la salud cerca de 800.000 personas se suicidan cada año y es la tercera causa de muerte para jóvenes cuyas edades oscilan los 15 y 19 años (Organización Mundial de la Salud, 2020).
En el día mundial de prevención del suicidio, desde Humana Salud Mental, queremos invitar a la reflexión acerca de las conductas suicidas, que es el termino actual para clasificar pensamientos y acciones que indican malestar, pero que su vez buscan resolverse por vía de la autoagresión con la intensión de muerte. De hecho, a nivel de Colombia las alertas se mantienen, teniendo en cuenta que continuamente se reportan casos, siendo la niñez y adolescencia foco de estos reportes por el aumento que se presenta en los últimos años, un informe actualizado publicado por Alianza por la Niñez Colombiana (2020), indica que en promedio cada 30 horas un niño, niña o adolescente se suicida y cada 23 horas se presenta un intento en esta población.
En la práctica clínica con adolescentes, son las conductas suicidas (autolesiones, ideación suicida, intento suicida) una temática constante, lo que puede estar asociado a la transición que implica su etapa del desarrollo y los interrogantes que se dan en las interacciones sociales, pero en términos de las conductas suicidas no hay una sola causa, sino que hay diversos determinantes asociados, ya sean individuales, sociales, familiares, sociales o políticos asociados.
Estas causas o determinantes, en ocasiones pueden llevar a tener pensamientos molestos, sugerentes de alternativas como la muerte, es ahí donde reciben el nombre de pensamientos de muerte, los mismos pueden llegar a intensificarse de tal manera que la idea de morir se convierte en un propósito, ideación suicida, y cuando este propósito está acompañado de un plan se trata del momento más intenso para cada persona y por tanto donde puede consumarse el acto, suicidio.
Por otra parte, en medio de ese malestar pueden aparecer otras acciones, como las autolesiones, que aunque en el sistema de clasificación DSM-5 se consideran autolesiones no suicidas, por la relación que hay con otras alteraciones mentales, puede convertirse en una señal de alerta, al igual que se ha comprobado que la intensificación en las mismas puede llevar al suicidio.
Las autolesiones, tienen otra característica y es la relación que se le asigna socialmente con “llamar la atención”, pero hay que reflexionar acerca de la necesidad que hay para hacer “un llamado” desde el cuerpo, que usualmente es una manifestación del dolor emocional, por tanto, ceñirnos a estereotipos o mitos alrededor del tema puede llevar a que no tomemos acciones tempranas y que como sociedad sigamos invalidando o minimizando el malestar emocional.
Para ilustrar mejor lo indicado podemos hablar de Pablo, quien empezó a sentirse diferente a sus compañeros, “raro”, que no encajaba y se distanciaba, a su vez empezaron a aparecer otras emociones que describe como molestas, que más allá de los síntomas clínicos, él nombra como “vacío”, a su vez vive en un contexto familiar caracterizado por la violencia y condiciones económicas precarias. El dolor lo buscaba materializar en el cuerpo, y cada vez es era más intenso tanto lo que sentía como el daño que se hacía a sí mismo.
Pablo inicialmente no reconocía recursos para buscar ayuda, pero en un momento de tensión logró apoyarse en un integrante de su familia, descubre en medio de mucho dolor que su deseo no era morir, sino encontrar una salida para lo que sentía, ser escuchado e incluido. En eso se basó su proceso terapéutico e impidió que se hiciera daño.
En efecto, cada persona vivencia y afronta el malestar de acuerdo a condiciones tanto internas como externas, pero cuando se facilitan condiciones como las descritas en la vivencia de Pablo hay posibilidades de resignificar la misma experiencia. Por tanto, hay elementos centrales a considerar ante este tipo conductas, el rol del apoyo social, el acceso a la atención especializada, donde se generen condiciones humanas acordes a las necesidades de cada persona, pero además de lo descrito en rutas de atención y protocolos, están también los recursos personales de las personas, que en ocasiones están ligados a habilidades, talentos, intereses.
En este sentido, la práctica clínica con adolescentes y la investigación reflejan que además de la interacción con el otro (amigos o familia), las relaciones que hay con el deporte, la música, el arte, la literatura se convierten en recursos y puntos apoyo significativos.