Asistir a consulta psicológica es comúnmente visto con recelo o resistencia, debido a que las personas suelen señalar el espacio de consulta y al profesional en Psicología, como una necesidad propia de quien padece únicamente un trastorno mental, es decir, alguien que cuente con un diagnóstico nosológico. Lo anterior, con base en el estigma que se le ha atribuido a la salud mental y al desconocimiento de lo que es en realidad, dado que el malestar psíquico, presente en los seres humanos resulta ser ubicado al nivel de los trastornos mentales, siendo imperante que nuestra sociedad diferencie entre una cosa y otra.
La psicoterapia ofrece la posibilidad de un encuentro humanizante en el que cada sujeto pone en palabras a través de una conversación especializada, su malestar psíquico y emocional; aspectos constitutivos de la salud mental, los cuales son experiencias subjetivas, es decir propias de cada persona, y para ser más precisos de la forma que interpreta y da sentido a la realidad que experimenta. Comprender el impacto que tiene la historia personal y social en la vida de cada sujeto, es una de las travesías en las que se embarca un ser humano cuando se acompaña de un profesional en salud mental, lo que a su vez lo invita a resignificar y dar trámite a aquello que le hace sufrir o puede llegar a complejizar su relación con los demás y consigo mismo. Por ello, la psicoterapia no es exclusivo de la enfermedad mental sino más bien, un espacio para que cualquier persona que sufre se acompañe de la mano de un profesional hacia un viaje que inicia en su interior.
De ahí qué, la psicoterapia ofrezca la oportunidad de abordar el malestar psíquico y emocional por medio de varias opciones, cómo la psicoterapia individual, de pareja, familiar o grupos de apoyo, en las que el principal objetivo es acompañar a los sujetos en la búsqueda de respuestas frente a inquietudes que los asaltan, conflictos internos y conflictos con sus otros más cercanos.
Así, por ejemplo, el acompañamiento individual es un proceso que inicia con la voluntad del consultante, la persona que ha identificado para sí misma la necesidad de conocerse y reconocerse, de indagar sobre aquello que aún no logra comprender sobre su forma de experimentar e interpretar la vida. En esta oportunidad, el profesional en psicología establece un dialogo cercano con el consultante, dialogo en el que es esta persona quien elige los temas que se abordan sobre su propia vida, puesto que, aunque el profesional formula algunas preguntas en la terapia, las repuestas a éstas emergen de la persona que consulta. La importancia de la psicoterapia individual radica en el hecho de convertirse en un espacio en el que las personas no sólo hallan a un otro en una actitud empática frente a su sufrimiento, sino a un otro que además cuenta con las herramientas profesionales para dirigir el dialogo terapéutico hacia las revelaciones que la persona busca y así aportar a un posible alivio de su sufrimiento.
De otra parte, la psicoterapia de pareja es un espacio en el que ambas partes son escuchadas y se escuchan mutuamente dentro de un espacio especializado y dirigido por un profesional, que orienta el dialogo terapéutico desde un lugar neutral para que las dos personas que se encuentran en consulta develen para sí mismos y para el otro, lo que por fuera de la consulta no han logrado esclarecer de su malestar y las demandas impuestas a la persona con la que acude. El resultado o impacto de esta psicoterapia en la relación establecida entre las partes, dependerá de los descubrimientos y elaboraciones que cada persona logre hacer y cómo signifique de allí en adelante su relación.
La psicoterapia familiar, es un espacio terapéutico que tiene como objetivo identificar la causa del malestar psíquico colectivo en la dinámica de este grupo, así como también ayudar a esclarecer roles, jerarquías y relaciones entre las mismas dentro de la familia que consulta. Al igual que en la psicoterapia de pareja, el profesional, se ubica en un lugar neutral en el que sirve de mediador para el descubrimiento colectivo del núcleo del conflicto familiar y aporta elementos terapéuticos para el tratamiento y superación del mismo, invitando siempre a que cada integrante pueda hablar de lo que el otro hace que convoca al conflicto y así mismo de su propia responsabilidad como incitador del mismo. La importancia de este espacio terapéutico radica en este último punto y es que la familia tenga la oportunidad de no señalar al otro como único responsable y comprender que en la dinámica participan todos.
De otro lado, la conformación de grupos de apoyo busca aportar un espacio en el que los asistentes encuentren principalmente personas con quienes se puedan sentir identificadas respecto a su padecimiento frente algún evento específico de su vida por el que estén atravesando. Este espacio se caracteriza por no presentar una jerarquía entre los participantes en la que se priorice una experiencia sobre otra, sino la participación general de todos los asistentes, la cual está moderada por un profesional idóneo, la cual pretende brindar apoyo y cooperación frente al evento o vivencia generadora de malestar que provoca alteraciones en la vida y que posibilite que cada participante logre fortalecer sus propios recursos para desarrollar estrategias que posibiliten sortear y superar este malestar.
Finalmente, las intervenciones sobre lo humano no acaban aquí, estas aproximaciones nos permiten vislumbrar el abanico de posibilidades de acompañar un proceso que no se limita o encuadra necesariamente en la falsa idea de “estar loco” sino, más bien, a las diversas afectaciones que las historias de vida, la vida cotidiana y las relaciones que sostenemos pueden afectar la salud mental.
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